FUNCIÓN DE LA FILOSOFÍA EN LA GERENCIA
En Búsqueda de una Función de
José Montoya, Ph.D.
Profesor Asociado: Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. Caracas, Venezuela (2008)
Este trabajo es parte de un proyecto más amplio que estoy realizando dentro de la programación del grupo de investigación en filosofía de la gerencia, integrado por algunos doctorándos de
Cuando iniciamos la búsqueda de algo, generalmente comenzamos explorando evidencias, huellas, rastros o las pistas que nos acerquen cada vez más, a encontrar aquello que hemos perdido o que intuimos que existe; pero que aún no se nos revela por completo. Buscar o visualizar la función de la filosofía en la gerencia, puede ser de entrada, una consideración problemática, porque se supone que de hecho, la filosofía es tal por sí misma; y en su ejercicio y proceder se legitima; desde su constitución crítica y reflexiva no acepta exigencias funcionalistas ni mucho menos determinaciones particulares. Aún así, la condición de realidad, enmarcada en situaciones como: guerra, inestabilidad y desigualdad económica, corrupción administrativa, problemática étnica, ausencia de modelos de desarrollo alternativos, incapacidad política de los pueblos (reflejada en parte en la ausencia de lideres), y la revolución de antivalores demandan una atención especial y urgente de quienes reflexionan sobre las consecuencias e implicaciones de estos constitutivos de realidad. Pero en efecto, todas estas problemáticas sugieren ser un reflejo en últimas, de nuestras caóticas subjetividades, y la lógica neurótica imperante que cobija al mundo, que nos abriga también con tibieza a cada uno; de ahí que, el cambio o el camino hacia una situación de justicia y verdad, como dice Kreiner (1992) “imaginadas todo el tiempo como utopías desde diferentes marcos del discurso” se vean desfiguradas a diario por el impacto de cada una de nuestras acciones particulares y sus efectos derivados, replicándose miles de veces, en forma de decisiones gerenciales inadecuadas, de deseos cumplidos a medias y otro tanto más de intensiones disfrazadas. Así como por diferentes estilos de hacer un uso particular de la libertad sin una reflexión ética y estética de la manera en que habitamos y nos apropiamos del mundo como lo señala Seldon (2003) en su obra.
En este sentido, la imagen de la prisión psíquica descrita por Morgan (1998) puede explicar algunas de las maneras en las que la filosofía puede ayudar a los gerentes si llegan a estar atrapados por construcciones de la realidad que, en el mejor de los casos, dan un entendimiento imperfecto del mundo, por formas inducidas del pensamiento, o por procesos inconscientes que prestan a la organización un significado oculto. Sobre todo, en estos tiempos de cambios y transformaciones de diferentes índoles, en las que la metáfora de la caverna de Platón (1978) donde Sócrates narra las relaciones entre apariencia, realidad, y conocimiento cobra relevante vigencia, ya que la gerencia y las organizaciones donde el gerente tiene su habitus, parecen encierros psíquicos que lo mantienen atrapados en sus propias creaciones. Esta metáfora asocia la idea de que las organizaciones son un fenómeno psíquico, en el sentido de que están creadas y alimentadas en última instancia por procesos conscientes e inconscientes, con la noción de que la gente puede llegar a estar realmente influida o limitada por las imágenes, ideas, pensamientos y acciones a las cuales estos procesos dan vida. La metáfora ayuda a comprender que mientras las organizaciones pueden ser realidades socialmente construidas, estas construcciones suelen ser atribuidas a una existencia y poder en sí mismas que les permiten ejercer una medida de control sobre sus creadores.
La alegoría describe una caverna subterránea con su entrada abierta hacia la luz de un brillante fuego. Dentro de la caverna hay gente encadenada de tal manera que no se pueden mover. Sólo pueden ver la pared de la caverna que está enfrente de ellos. Está iluminada por la luz del fuego, que proyecta sombras de gente y objetos sobre la pared. Los habitantes de la caverna consideraban que las sombras eran iguales a la realidad, les ponían nombres, hablaban de ellas, e incluso asociaban los sonidos de fuera de la caverna con los movimientos de la pared. Verdad y realidad para los prisioneros descansan en este mundo de las sombras, porque no tienen conocimiento de ningún otro.
Sin embargo, si uno de los habitantes tuviera oportunidad de abandonar la caverna, se daría cuenta de que las sombras no son más que reflejos oscuros de una realidad más compleja, y que el conocimiento y las percepciones de sus compañeros moradores de la caverna están distorsionados y defectuosos. Si volviera de nuevo a la caverna, nunca sería capaz de vivir como antes, ya que para él el mundo sería un lugar muy diferente. Sin duda encontraría dificultad para aceptar su confinamiento, y se compadecería de la condición de sus compañeros. De todas formas, si intentase y compartiese su conocimiento con ellos, sería probablemente ridiculizado por sus visiones.
Para los prisioneros de la caverna, las imágenes familiares de la cueva podían ser mucho más significativas que ninguna historia sobre un mundo que nunca habían visto. Por otra parte, ya que la persona defensora de este nuevo conocimiento no sería ahora capaz por mucho tiempo de actuar como lo hizo antes, ya que no sería capaz por mucho tiempo de comportarse con convicción en relación a las sombras, sus compañeros encerrados no dudarían en ver su conocimiento extremadamente peligroso. Probablemente considerarían el mundo exterior a la caverna como una fuente potencial de peligro, para ser evitado en vez de abrazado como fuente de sabiduría y discernimiento. La experiencia de la persona que dejó la caverna podría así llevar a los habitantes de la caverna a abrazar con más fuerza sus antiguos puntos de vista.
La caverna se mantiene en el mundo de las apariencias y el viaje al exterior supone un conocimiento superior. Muchos gerentes en su cotidianidad están atrapados por ilusiones, de aquí que la manera en que entienden la realidad sea limitada y defectuosa. Teniendo esto en cuenta, y haciendo un esfuerzo destinado a ver más allá de lo superficial, los gerentes tienen la capacidad de liberarse de las maneras erróneas de ver la realidad. Sin embargo, como la alegoría sugiere, muchos se resisten a menudo o ridiculizan los esfuerzos de la ilustración, prefiriendo permanecer en la oscuridad en vez de arriesgarse a construir un nuevo mundo y su amenaza a las viejas formas de relaciones.
Desde este enfoque metafórico, se emprenden grandes luchas, colectivas e individuales, pero pareciera que estas mismas afrentas en su desarrollo, dieran cuenta día a día, de la imposibilidad de superar nuestra propia condición. Por lo tanto y para orientar el objetivo de esta reflexión, la búsqueda por la función social de la filosofía y dentro de ésta hacia la gerencia; es una construcción de sentido personal, una preocupación por la participación efectiva de la filosofía en lo gerencial, entendida ésta preocupación como una problematización permanente de los diferentes modos en que la filosofía se hace evidente en la vida común de los gerentes y no en su origen o estatuto convencional.
Desde una perspectiva holistica, se amplía la intención de ubicar algunas pistas en esta búsqueda, por lo que es conveniente considerar de manera muy global algunos puntos e ideas derivadas de las producciones intelectuales de
Claro, dentro de este contexto, cabe destacar los postulados de Sánchez Vásquez (1977) quien expresa que si bien la filosofía no puede reducirse a mera contemplación o interpretación, tampoco se trata de asumir una lógica de transformación del mundo invalidando el ejercicio interpretativo, ya que en la opinión de Weik (2001) no hay práctica verdaderamente transformadora sin apoyarse en un conocimiento o interpretación de la realidad que se quiera transformar. Esto supone encontrar para la filosofía un medio que vehiculice, que interprete, pero que también proponga alternativas teóricas o metodológicas tendientes a contribuir directa o indirectamente en el ámbito donde las transformaciones sean necesarias, por ello y de manera consecuente se deben también validar los actuales tipos de racionalidad y, porque no, comenzar a imaginar otros. Sin duda, esto nos volcaría hacia otras dimensiones que tocan esta reflexión, como por ejemplo, la controversia actual acerca de la posibilidad de darle un estatuto claro y definido a un tipo de racionalidad a la situación política, social y gerencial venezolana.
Dicho esto, buscar fundamentos filosóficos del pensamiento y las prácticas administrativas es de alguna manera pensar en la trilogía: filosofía-sociedad-gerencia, en un momento histórico particular como el que se vive en Venezuela, conduce necesariamente a considerar también, las diferentes relaciones de poder que se van suscribiendo en ese contexto y cómo están ancladas o ligadas a diferentes tipos de ideologías, que mantienen o superan un statu quo determinado. Por lo tanto, estas relaciones de poder no pueden ni deben apartarse de la reflexión que de ella se derive, porque son aspectos determinantes en la superación de ciertas problemáticas y de la búsqueda de tan anhelada justicia social. Si afirmamos que parte del principio de negación de la condición humana, se aleja por nuestra propia incapacidad de lidiar con nosotros mismos, las diferentes relaciones de poder en que nos encontramos suscritos fácilmente nos enajenan, nos llevan a la inmediatez que ha caracterizado la gerencia pública y por lo tanto nos impiden un proyecto trascendente que de forma individual o colectiva se haga palpable en sociedad.
De ahí que sea pertinente en este momento, recordar a Seldon (2003) quien señala que la filosofía al igual que la gerencia, son caminos posibles para configurar lugares y espacios complejos que promuevan de manera permanente la reflexión de nuestros actos, de nuestro devenir, de la inquietud por el conocimiento, pero también por el impacto de éste sobre nuestras sociedades y de las dinámicas propias de ellas (políticas, económicas, culturales); en síntesis, la filosofía matiza la gerencia y la gerencia traza la senda para poder filosofar, de tal forma que ambas, se constituyan como una compleja habilidad individual desarrollada para interrogarse y mantenerse atento a los impredecibles aspectos de la naturaleza humana (crítica de sí mismo y de la sociedad).
En este orden de ideas, se comprende la envergadura de las preguntas de Kant cuando se cuestiona él como sujeto acerca de su dimensión epistemológica ¿qué puedo saber?, en su dimensión ética ¿qué debo hacer? y en la dimensión ontológica ¿qué puedo esperar?, para advertir finalmente como afirma Fullat (1997) que las tres se combinan en una sola: ¿qué es el hombre? Dicho de otro modo, en la inquietud trascendental que por sí misma ofrece sentido a nuestra existencia, porque nos arroja por defecto a asumir desde la condición social, el por qué, no es posible vivir solos y en el contexto organizacional el por qué debemos aprender colectivamente como lo señala Senge (2005) en la quinta disciplina.
Así, consideramos que la relación filosofía-sociedad-gerencia es histórica, porque en cualquier época los filósofos se han mostrado inquietos por entender sus entornos. No obstante, lo que habitualmente no se tiene muy presente es precisamente, el hecho práctico y consciente de esta relación; es decir, pensar pero pensándose ahí, no fuera de, o, sin relación con. Para explicitar esta consideración vale la pena retomar la concepción académica de Foucault (1991) compartida por Danaher, Schirato, y Webb (2000) donde se deja entrever que el papel del intelectual, o cualquier otro profesional como el gerente, no es decir a los demás lo que deban hacer; ¿con qué derecho tendría este papel? El trabajo de un intelectual y gerencial, no consiste en modelar la voluntad política de los demás, sino en interrogar de nuevo las evidencias y los postulados, cuestionar los hábitos, las maneras de hacer y de pensar, disipar las familiaridades admitidas, retomar la medida de las reglas y las instituciones a partir de esta problematización (en el que juega su oficio específico el gerente) y ello a través de los análisis que lleva a cabo en los terrenos que le son propios, y en fin, participando en la formación de una voluntad política (desempeñando su papel de ciudadano).
Es en este orden de ideas, podemos interpretar que la función académica propia del filósofo, se evidencia como una preocupación constante y perseguida por constituirse en si mismo y para los demás. Pero éste último aspecto (dimensión ontológica) exige un trabajo de decodificación e interpretación de su discurso para que sea asimilable y de alguna manera pueda aplicarse en un contexto determinado. Por cuanto, el trabajo filosófico también implica a mi manera de ver, una exigencia por anunciar algo nuevo. Por lo tanto, quien elabora y crea, tiene el deber de sentar algunas pautas (implícitas o explícitas) para que su producto no sea leído de cualquier forma. Así y lamentablemente, las profecías, promesas, proclamas y programas, medianamente utópicas se siguen asumiendo, para fortalecer posturas políticas sin un marco de referencia crítico (en donde su elaboración es competencia de la comunidad del pensamiento). De tal forma, problematizar la medida de las reglas, normas y dinámicas institucionales a través de las cuáles la sociedad mantiene su statu quo, es en definitiva otra de las tareas de quienes hacen filosofía; es decir, de ejercer la ciudadanía y de promover desde algún lugar de lo gerencial esta misma condición. En este sentido y bajo las condiciones socio-culturales actuales, los postulados filosóficos Aristotélicos pueden adquirir nuevos horizontes de significado: la búsqueda del bien general. El hecho de reflexionar acerca de los fines que perseguimos como meta para lograr una condición de estabilidad, sugiere un cuestionamiento sobre nuestras acciones y sobre las implicaciones de ellas alrededor de la continua búsqueda del bienestar (relación entre los fines y los medios).
Sin embargo, la ciencia y la tecnología (regentes de nuestro sistema educativo) han participado directa o indirectamente en inscribir al hombre dentro de una lógica hedonista que responde a referentes ontológicos, axiológicos y estéticos ajenos, que a su vez son defendidos, aún cuando en principio, se sigue legitimando de muchas formas que es éste mismo logos el que tiene la intención de servirnos de regulador en la economía de nuestras pasiones y que por lo tanto, nos puede conducir a descifrar y/o clarificar nuestro fin intrínseco o último.
De manera consecuente, la herencia positivista y cartesiana mal interpretada por quienes fungimos de gerentes y administradores, nos ha arrojado a parcelar el conocimiento, con lo que podemos dar razón de las disciplinas pero no de la comprensión de éstas en una lógica relacional y contextual. Así, generalmente el matemático habla desde la matemática, el biólogo desde la biología, el psicólogo desde la psicología, el gerente desde la gerencia; pero en muy pocas ocasiones se dialoga en un sentido abierto o posibilitador para el encuentro de los diferentes saberes; al contrario se establece un discurso hermético, que generalmente, en palabras de Prasad y Mir (2002) defiende una arrogante condición legitimadora de verdad excluyente. Diera la impresión, que éstas líneas de conocimiento no se tocaran en sus lenguajes, que no tuvieran en últimas el mismo origen y que desafortunadamente la filosofía se erigiera como la gran exiliada, como otra disciplina perdida en las mareas y turbulencias de la incomunicabilidad presentes entre el pensamiento y practicas gerenciales.
Hoy por hoy, la filosofía cualquiera que sea su enfoque, debe ser capaz de ofrecer un sentido para, de y desde la vida misma; de tal suerte, que ella se aleje de pretensiones dogmáticas o elaboraciones teóricas complejas que muchas veces se matizan como innovadoras pero que no objetan nada o simplemente no aportan a lo ya consensuado. Al respecto, Horkheimer (1974) dentro de su teoría crítica es enfático en esta misma apreciación: El carácter refractario de la filosofía respecto de la realidad deriva de sus principios inmanentes. La filosofía insiste en que las acciones y fines del hombre no deben ser producto de una ciega necesidad. Ni los conceptos científicos ni la forma de la vida social, ni el modo de pensar dominante ni las costumbres prevalecientes deben ser adoptados como hábito y practicados sin crítica. El impulso de la filosofía se dirige contra la mera tradición y la resignación en las cuestiones decisivas de la existencia; ella ha emprendido la difícil tarea de proyectar la luz de la conciencia aun sobre aquellas relaciones y modos de reacción humanos tan arraigados que parecen naturales, invariables y eternos. Con esto llegamos aquí a un punto de encuentro. Si se trata de trabajar sobre las necesidades reales del hombre y de mantener una crítica sobre nuestros hábitos y costumbres, existe un camino por recorrer que involucra por definición a la gerencia y a sus actores quienes deberían asumir una actitud diferente ante sus pares. Finalmente las funciones de la filosofía en la gerencia estarían centrados en (a) Problemas ontológicos: estructura de la acción intencional, entidad de los artefactos, causalidad instrumental; (b) Problemas epistemológicos: el conocimiento de los procesos administrativos y su estructura, relaciones entre conocimiento científico y tecnológico, empirismo; (c) Problemas axiológicos inherentes a los valores organizacionales, implicaciones éticas, morales, políticas, económicas y culturales derivados del desempeño del gerente y (d) problemas estéticos inherentes a los resultados o productos del quehacer gerencial.
¿Por qué sería necesario correlacionar el ejercicio filosófico con los protagonistas de la gerencia y particularmente con el gerente? ¿Es el gerente un villano, héroe o una victima inocente? Estas son preguntas que se pueden formular después de leer la obra de Terry (1997) acerca de la metáfora de la administración pública y el teatro que permiten percibir el estrecho espacio en que la filosofía y la gerencia se tocan, pero en este apartado pretendo clarificar que, si bien es cierto el filósofo formado tiene un amplio espectro de participación en las diferentes dinámicas sociales, es en otros ámbitos como el organizacional o gerencial donde él hoy más que nunca se torna fundamental, no sólo en su figura sino en la construcción y multiplicación de la actitud que lo caracteriza (la filosófica) en todos los sujetos que constituyen su núcleo más inmediato de interacción social, como una forma de viabilizar las alternativas que promuevan tan anhelados cambios, a través de reflexionar responsablemente sobre su sentido.
Pero para potenciar este nivel de responsabilidad, se observa como se establecen ciertos paradigmas alejados de la filosofía, de la misma forma que se ofrecen "fórmulas mágicas conceptuales" que posibilitarían (en teoría) un mejor desempeño de quien ejerce la función gerencial. Estas intenciones de cambio, mejoramiento y transformación se enfocan en la mayoría de veces, únicamente desde la visión disciplinar (Matemática, Ciencia Básica, Historia, economía, administración, gerencia, contaduría, derecho, etc.) o a través de nuevas herramientas tecnológicas como las TIC´s aplicables a las diferentes áreas. No obstante, la formación y el mejoramiento gerencial se sigue asumiendo como una cuestión de capacitación más no como un problema de actitud o de formación misma de quien gerencia. Esto se hace evidente de forma tácita, en las marcas, prejuicios o virtudes que cada uno de nosotros tenemos de nuestra propia formación profesional, de donde emerge un sentimiento de incapacidad frente algunas áreas del conocimiento, porque nunca encontramos una vía propicia que nos acercará a éste (función que es propia del gerente). De tal manera, es posible que aunque se tenga claro el perfil ideal, un deber ser del gerente, enmarcado éste dentro de innumerables proyectos organizacionales, su grado de aplicabilidad e implementación concreta, esta ligado a la configuración ética y estética de cada gerente en particular. Esto nos conduce a pensar que ser gerente es un reto implícito en las dinámicas relacionales que como sujetos nos condicionan. Sin embargo, si se asume como reto no sólo deviene una responsabilidad, sino una alternativa de vida, una condición afortunada de existencia. Como tal, implica que en el oficio de gerente se disfrute y se encuentre la pasión que conduce a seguir la senda del descubrimiento, de la capacidad de asombro frente al desarrollo mismo de la práctica gerencial.
Esta idea hace legítimo pensar en un nuevo tipo de gerente, uno que se asuma en especial desde una perspectiva y actitud filosófica y que dentro de su práctica pueda seducir y dejarse seducir por la inquietud y el deseo permanente de conocimiento. En últimas como lo propone Lyotard (1994) filosofar debe parecerse más al philein, al amor, un sentimiento y un sentir desde los más profundo del ser, deseando sólo por el mismo hecho de desear. Tal deseo, nos conmueve porque deja entrever una multiplicidad de horizontes, metas, y retos para que dentro de ellos nos sepamos ágiles para sortear los efectos de la angustia y la esperanza que le son propios a cualquier actividad humana. Existe por lo tanto, una necesidad perentoria por gerenciar desde la filosofía y de manera recíproca por filosofar la gerencia, para que en esta dinámica los sujetos comiencen a demarcar nuevos horizontes en la constitución misma de la sociedad y de las organizaciones.
Filosofía y Gerencia: Un Topos Posible para TransformarHe señalado hasta aquí, que la actitud filosófica rescatada a través del componente gerencial, es un factor determinante para generar un impacto en lo social y organizacional, pero nos obliga la pregunta obvia por el aspecto metódico ¿cómo realizarlo?, es decir, en ubicar el espacio de producción, las estrategias concretas y prácticas para comenzar a transformar esta realidad desde el ámbito gerencial planteado. Cabría aquí, cuestionar el acercamiento que se desprende de la teoría crítica acerca de esta preocupación práctica: Es tarea de la filosofía, demarcar un aislamiento y una tensión permanente e irreconciliable con la realidad existente. Pero, frente a esta afirmación ¿De qué forma se nos revela ésta realidad para que la podamos reconocer como tal? ¿Somos capaces de identificar sus elementos dentro de la complejidad de experiencias subjetivas? ¿De tolerarlas? Porqué la "tensión" se nos debe configurar más como una intención, sí y sólo sí esa realidad nos es clara. Sin embargo, el aislamiento si se da de hecho y paradójicamente mantiene a la filosofía alejada de su practicidad, desvirtuando la condición crítica que se sugiere como tensión.
Una luz en este sentido la aporta Sánchez Vásquez (1997) cuando afirma que el concepto de función práctica esta legitimado por tres condicionantes que desde la perspectiva de esta reflexión, es necesario tener en cuenta para que la "tensión" no sólo se mantenga sino que sea verificable en la elaboración de propuestas concretas: La función práctica, es un proceso transformador, en el cual, surge un resultado nuevo o producto; La transformación es buscada y, por lo tanto, el resultado o producto se anuncia en forma de proyecto, esquema o fin; Se trata de un proceso que tiene un carácter objetivo, material o sensible, lo cual se pone de manifiesto: (a) en el sujeto real, concreto, que actúa sobre la realidad, (b) en la serie de actos necesarios para su transformación, (c) en el carácter objetivo, de los instrumentos de que se vale quien transforma, y (d) del producto en que desemboca el proceso, con su análisis de implicación y efecto.
Derivado de lo anterior, es posible comprender que si entendemos la función social de la filosofía desde una perspectiva de transformación de nuestra realidad desde estos supuestos, la opción asumida debe dar cuenta de sí misma en su propia apuesta, mostrando su intencionalidad en diferentes momentos, estados y productos concretos.
Podría aquí hablarse de teoría como una forma implícita de praxis, del pensar como hacer efectivo, pero no sólo a nivel subjetivo sino como un hacer en potencia. La filosofía se tornaría entonces como una toma de conciencia con miras a un fin práctico del hombre. Esta toma de conciencia hace de nuevo un llamado a la gerencia como estrategia, como lugar propicio, porque como expresa Fullat (1997) en su obra, “…la sociedad será racional y libre en la medida en que esté organizada, sostenida y reproducida por un sujeto histórico esencialmente nuevo que se preocupe por sí mismo pero dentro del marco de su condición social.”
Es decir, un sujeto único que sea capaz de sugerir, un sujeto digno, crítico y reflexivo que proponga soluciones siendo consciente de su condición histórica de realidad. Dentro de este contexto, presento a la consideración la necesidad de seguir pensando al interior de la comunidad filosófica, las formas en que nuestras reflexiones puedan adquirir una instancia de operacionalización en los límites que corresponde, dentro de un marco de lo cotidiano, pensado éste como la vida misma, es decir, desde nuestro quehacer particular como sujetos de y en relación pedagógica de la gerencia a la luz de los siguientes aspectos que, simplemente enumerados quedarían en espera:
- Buscando desde la formación y educabilidad de los gerentes a un principio de coherencia interna (pensar/sentir/actuar), mediado por la reflexión personal permanente, de forma que podamos evitar nuestra tendencia a pensar que en el fondo todo anda bien. Esto conduciría a autorevelarse para generar y comprender las alternativas que permitan explicitar acciones concretas, es decir configurar un referente ético que pueda ser develado en interacción con los otros.
- Evitando caer en el solipsismo disciplinar, para que el trabajo filosófico pueda constituirse y articularse en estrategias prácticas a nivel social o gerencial (capacitación-formación) y que afecten la constitución de lo político, lo económico, la ciencia, la tecnología y la misma crítica de la cultura entre otros.
- Propiciando espacios de discusión de las nuevas producciones filosóficas en lo que compete a los fines prácticos del hombre (Razón, libertad, verdad, justicia y felicidad) dentro de un ámbito menos hermético y en un lenguaje que pueda ser acogido por las personas no inmersas en el trabajo filosófico, esto no significa abandonar la rigurosidad y sistematicidad, sino generar correlatos o metalenguajes que propicien la aprehensión crítica. Es decir, sobre un debate de razones y una argumentación de las posiciones planteadas.
- Identificando y caracterizando las complejas dinámicas de relación que se generan entre la filosofía y la gerencia, ya que es en esta relación donde el saber (conocimiento) se gesta, adquiere movilidad, se administra y se debate, con lo cuál se determina la función que éste mismo debe tener para las organizaciones.
Finalmente, es perentorio seguir inquietándose por encontrar las vías, los procedimientos y los enfoques que faciliten que las reflexiones y producciones filosóficas se articulen a las diferentes formas de asumir las problemáticas derivadas de las relaciones de producción vigentes, las contradicciones económicas, sociales y culturales que día a día menoscaban el proyecto humano. Ya que en esto, como referencia no concluyente pero sí sugestiva queda la afirmación tajante de Horkheimer (1974) “…En todo caso, hoy la dinámica histórica total ha puesto la filosofía en el centro de la realidad social, y la realidad social en el centro de la filosofía.”
ReferenciasAristóteles, (2002) Ética a Nicómaco. Alianza Editorial.
Foucault, M. (1991) Tecnologías del yo. Barcelona: Paidós.
Fullat, O. (1997) Antropología filosófica de
Lyotard, J. F. (1994) ¿Por qué filosofar? Cuatro conferencias. Editorial Paidós. .
Sánchez Vásquez, A. (1997) Filosofía y Circunstancias. Barcelona: Anthropos.
Senge, P. (2005) La quinta disciplina.